Casas hechas de papel y cajas de cerveza para los refugiados del terremoto de Turquía

“El prototipo se ha montado y probado en Tokio y ahora se prevé por miles en la zona afectada por el seísmo”

El terremoto del pasado febrero en Turquía y Siria suma ya más de 50.000 muertos. Y miles de desaparecidos. Y más de un millón de personas sin hogar. El grueso de ellas están en campos temporales para desplazados.

Shigeru Ban (Tokio, 1957), uno de los grandes de la arquitectura en el mundo, premio Pritzker –el Nobel de la profesión– hace una década y premio Princesa de Asturias de la Concordia hace un año por aliviar con diseños originales muchos de los desastres de las últimas décadas, toma, de nuevo, las riendas.

¿Los cimientos de su solución? Construir a partir de cajas de cerveza y de la mano del papel.

Él lo explica así:

“Los cimientos se componen de cajas de cerveza rellenas de sacos de arena. Y se utilizan paneles de madera para construir los muros entre las columnas de tubos de papel: esto permite construir en poco tiempo. El tejado está formado por armazones de tubos de papel y tableros de madera contrachapada y en ellos, además, se hacen grandes agujeros para garantizar la seguridad durante la construcción y que se pueda trabajar desde ellos en lugar de tener que subirse al tejado. Debido al clima frío, se añadirá un aislamiento adecuado al suelo, las paredes y el tejado. Todo en 3,6 metros por seis”.

El prototipo ya se ha montado y probado en Tokio y ahora es la hora de ir a Turquía.

Y es que su alternativa de urgencia para las miles de personas que se han quedado sin casa en la zona fronteriza turco-siria la lanza otra vez destacando la labor de la ONU. Es a la par la razón por la que “en este mes o el siguiente” piensa trasladarse allí. Quiere ver sobre el terreno la viabilidad del plan.

Con voz baja, tranquila, hasta monótona, lanzando frases cortas mientras alza la mirada al hablar, señala reflexivo cómo, por lo demás, este desastre “es el mismo que otros que he visto. No es sólo Turquía. También fue igual tras el seísmo de Sichuan en China en el 2008. El principal problema está en la calidad de la construcción de los edificios, puesto que no respetan las normativas de edificación”.

-¿Se necesita algún control internacional sobre cómo construir con el mínimo de calidad, visto lo visto?, se le cuestiona.

-“No es necesario porque cada uno tiene su propia regulación, política y necesidades. No se necesita un estándar”, dice.

Frente a ello, Ban, desde París, añade: “Hay muchas formas diferentes de ayudar, no hay una mejor. El material disponible localmente es diferente, el clima es diferente y la solución tiene que depender de los materiales locales disponibles y del clima local”.

En este caso, de hecho, vuelve la mirada a la respuesta ya dada cuando el terremoto de 1999 en el noroeste de Turquía, que se solventó construyendo viviendas provisionales con tubos de papel. Ahora toca –se detalla desde su estudio tokiota– “una versión mejorada de aquél” más eficiente que minimice los tiempos de construcción in situ.

“¿Fuiste a Turquía o Siria?” corta sin embargo Ban a este periodista. La respuesta negativa le lleva por ello a agregar: “Se tiene que ir allí. Sin estar allí no se puede entender la situación. Porque es difícil…”

-¿Es incluso peor de lo que podemos imaginar?, se le responde.

-“Quizá sea mejor de lo que se cree. Es uno mismo quien tiene que experimentarlo”, agrega el galardonado arquitecto japonés.


“Todo el mundo quiere que la construcción sea lo más barata y rápida posible. Para la gente rica es lo mismo. Y en cualquier lugar.”


-¿La catástrofe de Turquía es una nueva lección para todos, para ricos o pobres, para Occidente u Oriente, Norte o Sur, sobre cómo construimos y cómo mantenemos edificios, etc.?, se le lanza acto seguido.

Ban no duda un segundo: “Todo el mundo quiere que la construcción sea lo más barata y lo más rápida posible. Incluso en las construcciones para la gente rica es lo mismo. En cualquier lugar. No se trata de pobres o ricos. Se trata de respetar la normativa”, incide.

Los casos contrarios, de hecho, abundan. Ahí está el desastre del derrumbe de un viaducto en Génova, Italia, en el 2018, y con 43 muertos, como aviso cercano.

Fuente: lavanguardia.com

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